lunes, 7 de noviembre de 2011

Experiencias personales: Marta Maqueda Rodríguez (22 años)

La única cosa que tuve bastante clara desde que tengo uso de razón, es que quería ir a la universidad. Yo quería ser alguien. Estudiar y así, devolverles a mis padres parte de sus esfuerzos. Era algo lejano que, en cambio, llegó de una forma increíblemente rápida.

Antes de acabar el instituto, una de mis metas era poder pedir una beca Erasmus. Sabía el país al que quería irme, y que, aunque parecía que quedaba mucho camino por recorrer antes... luego no sería tanto.

Llegado el momento, la pedí. Con una ilusión enorme pero siendo tal vez demasiado realista, me convencí a mí misma de que tendría que esperar porque había pocas plazas y no iban a dármela a mí. Al final, sí. Florencia. Mi ciudad, mi casa, durante 10 meses.
Podría escribir infinidad de cosas. Contar miles de anécdotas allí vividas, pero creo que me quedaría corta.

Soy de las personas que no logran entender, como muchos jóvenes estudiantes de mi edad... teniendo esta gran oportunidad de salir de nuestro país para disfrutar, aprender y conocer un poco de mundo, simplemente rehúsan este derecho. Cómo hay estudiantes como yo, que prefieren volver a casa cada fin de semana sin mirar un poco más allá y ver que el mundo, no termina en Isla Cristina.
Nuestra casa siempre estará ahí, no se va a ir. Pero las oportunidades llaman a tu puerta pocas veces en la vida y ahora que tenemos la oportunidad de seguir creciendo y formándonos, tenemos que aprovecharlo.

El mito Erasmus es, que no es una beca para estudiar. Qué no haces “ni el huevo” en la facultad y que te pasan la mano, en las asignaturas. Qué te llevas todo el día de fiesta y casi no sabes en el día de la semana que vives, porque todos los días son sábados. Yo lo he vivido, y puedo asegurar, que la mayoría de las cosas son ciertas.

Pero nadie cuenta lo que se siente descubriendo una ciudad nueva, un país que no es el tuyo... pero que consigues hacer tu casa. Tampoco cuentan, el apoyo que se recibe de los compañeros que están igual que tú, perdidos, aparentemente solos... pero que, a los dos días, has conocido a 100 personas y has encontrado a 3 amigos. No cuentan que tendrás amigos repartidos por toda Europa y con suerte, en el resto del mundo. Que aprendes una lengua nueva (unos mejor que otros, es cierto...) pero sabes sacarte las castañas del fuego tu solo.
No te dicen cómo te hace sentir, aprender y vivir otra cultura, otras costumbres. Lo bonito que es volver a casa por navidad y que todos te estén esperando. Salir un día tras otro con una sonrisa en la cara, porque la ciudad es tuya. Ver cómo la gente que vive allí, te acogen como uno más, con mil y una preguntas sobre España.

Porque sobre todo, una Erasmus es una experiencia de vida, que pasa una vez... que se acaba, y no vuelve. Te hace crecer como persona, te ayuda a viajar y a conocer lugares en los que nunca pensaste que estarías. A ser más tolerante con los demás, a saber apreciar cosas que en otras circunstancias ni imaginarías. Te da la oportunidad de vivir esos meses como quieres vivirlos, llenándote los bolsillos de EXPERIENCIAS, que solo tú vas a comprender.

……………………………………………………………………………..Sé Erasmus!!!! 

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