domingo, 23 de octubre de 2011

Experiencias Personales: Rafael Núñez Rodríguez (24 años)

ERASMUS EN VENECIA, por Rafael Núñez

Cuando uno decide salir de su realidad para enfrentarse a otra ajena. Solo busca la aventura y la superación. No obstante, salir de un universo tan pequeño como el nuestro es como despertarse de un coma profundo entre pitidos y sonidos incompresibles al principio y asumibles al final. Desde esa sala de espera que es nuestro humilde pueblo, un isleño sólo puede asumir el reto como quién espera que una operación le cambie el rostro. Sin embargo tiene sus contras. Romper de manera perpetua con una realidad tan propia y tan tuya y asumir a la vez el conocimiento del otro es una costosa pero alcanzable. Por fortuna la humildad de nuestro pueblo nos ayuda a ser valientes, no tener nada que perder y mucho que ganar. Sin duda nunca antes un hijo de marinero pudo desafiar a los dioses para emprender semejante odisea. ¿Quién le diría a nuestros padres que sus hijos estudiarían en las mejores universidades europeas? ¿Quién creería que isleños podrían destacar en ellas? ¿Cuántos litros de sudor hicieron falta para ello?¿A cuántos no les importo la tempestad? Muchos, muchos cuerpos reposaron sobre la arena para que unas cuantas generaciones  de isleños pudieran esperar su oportunidad. En ese sentido Europa esta a tan solo dos horas de nosotros. Debemos revertir la situación, este pueblo no puede seguir siendo una sala de espera, si no un trampolín hacia nosotros mismos. En definitiva, para asumir el riesgo hay que ser valiente, preparar las redes y no temer a los vientos. Luego despertaremos en una camilla con otro  bello rostro susurrando:

He walked once between the sea and the high cliffs
When the wind made him aware of his limbs smoothly passing each other
And of his arms crossed over his breast.
When he walked over the meadows
He was stifled and soothed by his own rhythm.
By the river.

T. S. Eliot, The Death of Saint Narcissus.

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